Imaginate un pueblo pequeño en el norte santafesino, donde el sol y la vegetacion se mezclan con el ímpetu de quienes viven del campo. Allí, en Guadalupe Norte, nació la pasión de Néstor Venica: un hombre criado entre hectáreas de ganado y con la chispa de la innovación en la sangre. Después de inventar el Vigía (aquel protector de neumáticos que revolucionó el transporte) y de fundar Colven, Néstor decidió llevar su genio al corazón de la producción ganadera, fabricando los primeros electrificadores en el taller de su propia casa.
Al principio, todo era a pequeña escala: amigos y vecinos lo buscaban para que les hiciera un “boyero” como llamaban al electrificador porque corría el rumor de que él entendía de electrónica mejor que cualquiera en la zona. Así nació el primer boyero de todo el norte argentino. La cosa se puso seria cuando los grandes ganaderos vieron que el circuito eléctrico de Néstor no fallaba y que la potencia era sorprendente. En un abrir y cerrar de ojos, la demanda explotó y su pequeño taller se transformó en una fábrica improvisada, donde cada nuevo dispositivo se hacía con dedicación y la ilusión de llevar un producto confiable al campo.
Con el tiempo, aparecieron otras marcas, pero Néstor detectó un problema recurrente: la humedad. Los equipos se sulfataban con facilidad y quedaban inutilizados cada vez que llovía o el polvo se hacía insoportable. ¿La solución? Diseñar el sistema MEV-PC, un recubrimiento totalmente sellado y reforzado para que la lluvia y el barro no detuvieran el trabajo en el campo. Aquello fue un antes y un después. El boca en boca se multiplicó, y esa protección especial se volvió un aliado esencial para los estancieros que, en plena faena, no podían darse el lujo de lidiar con fallas constantes.
Mientras los pedidos crecían, la familia también se sumó al sueño. Sus hijas, Mariela y Lorena, empezaron a colaborar en el día a día, y junto a un técnico de confianza perfeccionaron aún más el sistema MEV-PC, reforzando la carcasa y blindando los componentes internos. El resultado: electrificadores que aguantan el trajín del caballo, las inclemencias del clima y la extensión de kilómetros de alambrado sin desfallecer.
Así, la empresa MLV dio paso a MEV, y el icónico “Boyero Amarillo” se volvió un símbolo en el norte argentino. Hoy en día, Mariela Venica lidera la fábrica y el local comercial en Guadalupe Norte, además de otro punto de venta en Reconquista, Santa Fe. Con su sello familiar e inquebrantable espíritu emprendedor, MEV se ha convertido en la opción preferida para las grandes estancias de la región, protegiendo miles de cabezas de ganado y asegurando la tranquilidad de productores que saben reconocer la calidad.
Esta es la historia que nos enorgullece contar: un relato de pasión, trabajo duro y visión de futuro. Una historia que habla de quienes vivimos y respiramos el campo.